Cada nuevo día en el tenemos la bendición de abrir los ojos por la mañana y estar vivos, debemos tomar decisiones. Desde las más triviales como ¿será que duermo 10 minutos más? hasta las más trascendentales como quizás ¿cuál es mi propósito de vida?
Cada decisión genera acciones y consecuencias, tanto para nosotros como para aquellos con los que compartimos nuestro camino de vida o la etapa en la que estemos viviendo.
Una de las consecuencias de nuestra toma de decisiones es el malestar o desagrado que ellas pueden despertar en terceros. Hoy quisiera hablarte sobre esto… Vivir una vida plena y abundante, requerirá que estés bien con decepcionar a la gente. Algunas personas tendrán opiniones sobre lo que creen que es correcto para ti y esperarán que te guíes por ellas y hasta que las acates, pero tu vida es tuya para vivirla. Tú decides lo que te conviene y lo que no.
No podemos controlar la respuesta emocional de la gente a nuestras decisiones, pero podemos confiar y creer que ellos tienen el poder de trabajar y procesar sus propios sentimientos y malestares, en lugar de tener nosotros que doblarnos y llegar a un punto de quiebre para satisfacer las necesidades de todos menos las nuestras.
Qué haces antes de tomar una decisión importante: ¿Lo consultas con terceros o dejas este análisis para tu propia reflexión?
¿Confías en tus recursos internos para la toma de decisiones?
Recuerda, en tu interior yacen todas las respuestas que estás buscando fuera. Toma tu tiempo para observarte, para escucharte… Solo así podrás llegar a la decisión y elección conveniente para ti y tu proceso.
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