Las expectativas la mayor parte del tiempo nos causan dolor. Vienen de una imagen que tenemos preconcebida o construida por nuestra mente y que puede estar un poco o bastante alejada de lo que nos encontramos en el mundo real.
Nuestra mente es experta en imaginar escenarios: opción A, opción B, escenario positivo, escenario fatalista… en fin, si hablamos de creatividad pues podemos decir que nuestra mente no tiene límites.
Esperar el mejor escenario posible y trabajar por el, no tiene nada de malo. Al contrario, tener metas nos impulsa a ser mejores personas en determinadas áreas y facetas de nuestra vida. Si no asumimos retos: ¿cómo logramos evolución y cambio?
El sufrimiento y el dolor se desatan cuando dejamos de ser observadores de nuestra mente y dejamos que tome el control. No siempre somos realistas con lo que estamos buscando o con aquello que queremos para nosotros. Ir más allá de nuestras posibilidades reales, nos hace caer en un loop de frustración y autosaboteo.
Trabajemos en desarrollar nuestras propias formas de medir el éxito y nuestros propios avances. La mejor comparación que puedes hacer hoy, es con tu propia versión de ayer, de hace unos meses o hace un año.
Experimentar la plenitud y la felicidad requieren de trabajo interno y por ende del desarrollo de una visión sobre la vida y tus experiencias más ajustada a la realidad. Cíñete a lo que es realmente importante, sé realista y prudente. Esto es clave para mantener el bienestar y construir salud mental.
Esta es una invitación a invertir en tu felicidad, en tomar decisiones y llevar a cabo acciones que te lleven hacia eso que anhelas pero desde una óptica aterrizada. Mantén la ilusión –que es muy distinta de la expectativa- esa fuerza interior invisible y poderosa que nos ayuda a materializar los sueños y anhelos que guarda nuestra alma.